A desalambrar el Amor

                                                por carlos dellepiane

El viernes 28/5 en la Plaza Independencia protagonizamos la primera movida callejera en Tucumán a favor del derecho de todas y todos a formar pareja y familia sin distinción de sexo/género y que la identidad de género y la preferencia erótica no determinen una consideración legal y social diferenciada.
Tal vez hubo otras movidas similares, por ejemplo, el primer Encuentro por la Diversidad que hicimos en marzo en el Piletón del Parque Avellaneda, pero en este caso el motivo convocante era específico: la plena libertad de todas y todos en cuanto al tipo de familia que queremos elegir, y además, en simultáneo se realizaba en la misma Plaza una movida en contra de nuestros derechos.
Un sector de las iglesias evangélicas: la Iglesia de Dios Pentecostal, la Iglesia Presbiteriana y la Iglesia el Señor es mi Rey, se movilizaron en defensa de un modelo excluyente y cerrado de familia patriarcal y heterosexista. Marcelo Baik, presbiteriano, dijo que "no nos oponemos a los homosexuales. Ellos son personas y queremos lo mejor para ellos", "lo que no queremos es que se destruya el modelo actual de familia", en tanto que Nancy Balbuena, de la tercera iglesia mencionada, trajo a sus hijos para "defenderlos" ya que ellos "saben qué es un homosexual".

UN MATRIMONIO QUE NO HACE DISTINCIONES

 
Por Augusto Moeykens, Asesor Jurídico del INADI* delegación Tucumán
y vicepresidente de la Ong ADN (Acción por los Derechos del Noroeste)

La democracia se vistió de colores a raíz de la media sanción que obtuvo la nueva ley de matrimonio que no distingue sobre sexos, ni orientaciones sexuales para acceder a los beneficios y obligaciones que la misma concede. Un auténtico hito en la historia a favor de los derechos humanos y especialmente de los derechos civiles y políticos.

Como argentino y operador del derecho siento un profundo orgullo por haber presenciado el debate de cámara de diputados de la nación, donde se pudo observar realmente que la mayoría de nuestros diputados/as actúan de manera coherente con los que los mandatos constitucionales rezan, despegándose de todo prejuicio o creencia religiosa y específicamente cuando el tema debatido giraba en torno al derecho a la igualdad, a la propia autonomía y la no discriminación.
Los derechos constitucionales que intimaban a nuestros diputados a obrar de tal manera son:
El principio de igualdad (Art. 16 y 75 Inc 22) que pesa sobre nuestro país obligando a tratar de manera igualitaria a todas las personas que habitan el territorio. En nuestro estado en virtud del articulo 172 de Código Civil se le prohíbe a las personas de orientación sexual diversa acceder a los beneficios que genera la institución del matrimonio para las personas heterosexuales, Dicha norma genera inequidad y trato desigualitario, principalmente en materia de derechos como la pensión, la capacidad de heredar a la pareja, la posibilidad de acceder a los beneficios del crédito en conjunto, a una vivienda, a la adopción en pareja, etc. Y por otra parte en el plano simbólico generando una concepción peyorativa sobre las formas de vivir que no responden al mandato de la heterosexualidad, induciendo a pensar que el amor entre dos personas del mismo sexo no tiene la misma importancia en nuestra sociedad, situación que genera ciudadanos de segunda clase.

EL MISMO AMOR, LOS MISMOS DERECHOS.


                                                         por carlos dellepiane
Compartir un proyecto de vida con otro ser humano, construir una vida en común en base a dos vidas que confluyen y se entrelazan motivadas por el amor es, más que un derecho abstracto, una necesidad vital y un anhelo de sentido que la gran mayoría de las personas, si no todas, nos esforzamos por concretar. Junto a esta necesidad profunda, suele despertarse otra no menos vital y movilizadora. La necesidad de la persona de verse prolongada, continuada, completada y superada en otras vidas que, de algún modo, al ser en parte el resultado de ese amor que une y que las ayuda a crecer, simbolizan un triunfo sobre la caducidad, sobre la finitud de la existencia individual. “Escribir un libro, plantar un árbol, tener un hijo”, reza uno de los refranes más famosos.
Vivimos en una sociedad que, pese a los avances tecnológicos y a las transformaciones vertiginosas en todos los campos, carga todavía con pesadas cruces que no son precisamente las de las enseñanzas de un revolucionario que vivió y murió crucificado por el Poder, hace más de 2000 años, precisamente por enfrentar a ese Poder jerarquizante, opresor, discriminador. Se trata de las cruces que las interpretaciones retrógradas y anacrónicas de esa tradición, monopolizadas por los jerarcas  de una institución que se arroga la representación exclusiva del Ser Supremo sobre la Tierra, imponen sobre las espaldas de las mujeres y de las personas no-heterosexuales.
Esta institución no solo se encuentra a la cabeza de un lobby reaccionario para perpetuar la discriminación a las familias “mal constituidas”, sino que pretende que las y los representantes de todo el pueblo argentino legislen según su ideología misógina y homofóbica y no según criterios de equidad y trato igualitario para todas y todos sin excepción. Sus intervenciones públicas en torno al debate por la reforma de la ley de Matrimonio se asemejan a sus intentos de boicot en el último Encuentro Nacional de Mujeres. Muestran una gran pérdida de credibilidad incluso entre un sector cada vez mayor de su propia feligresía, que hace mucho tiempo ha dejado de vivir según las normas opresivas que la jerarquía eclesiástica intenta imponerles, y que en mayor o menor medida apoyan la lucha de las mujeres y de los colectivos de diversidad afectivo-sexual.